En 1989 se produjo un masivo derrame de petróleo crudo del buque Exxon Valdez, en el mar de Alaska. Se estima que el derrame produjo la muerte de varios millones de animales marinos (aves, peces e incluso ballenas) además de la desaparición del plankton, que es un eslabón fundamental de la cadena alimenticia de la zona. Luego de más de 30 años, aún quedaban más de 70mil de litros de petróleo atrapados entre el hielo y el agua gélida en el borde costero de Alaska. Debido a las bajas temperaturas, el petróleo adquiere una consistencia viscosa y se entremezcla con el hielo, lo que hace muy difícil su extracción.
El Instituto para la recolección de derrames de petróleo (OSRI por sus siglas en inglés) lanzó un desafío de innovación abierta a través del marketplace de nuestro partner estratégico Wazoku para buscar una solución a este problema. En sólo dos meses, uno de los “solvers” de Wazoku -que no tenía ninguna experiencia previa trabajando en recolección de petróleo- ideó una solución simple pero brillante: John Davis, químico de profesión, recordó los tiempos de estudiante cuando trabajaba en construcción y debía introducir un elemento vibratorio en el hormigón para evitar su fraguado y mantenerlo en estado líquido. Descubrió que el petróleo crudo reacciona de una manera similar cuando es sometido a vibración, por lo que propuso adherir un elemento vibratorio a los barcos recolectores. La idea funcionó, el petróleo volvió a fluir, y pudo ser bombeado fuera del agua. John se adjudicó el premio de USD 20.000 por resolver el problema. OSRI continuó desarrollando la tecnología y hoy su solución se sigue utilizando para la recolección de petróleo de alta viscosidad.
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