Por Trinidad Beuchat –
Estos días hemos visto un nuevo aumento de la Tasa de Política Monetaria del Banco Central, alcanzando ya un 9%. Esta medida, entre otras, pretende equilibrar y frenar el alza de la inflación que está afectando la calidad de vida de todos los chilenos. Un aumento de la tasa, implica, entre otras cosas, que para inversionistas será más caro endeudarse. Esto hace que ellos sean mucho más cautelosos en sus inversiones, más selectivos y menos riesgosos a la hora de elegir dónde apostar sus fichas. Esta realidad, de naturaleza global, está cada vez más clara y latente en nuestro país.
Por su parte, en la última década viene surgiendo en Chile un robusto ecosistema de startups o emprendimientos emergentes tecnológicos, impulsado por iniciativas de Gobierno y por un boom mundial de empresas de estas características. Sin desconocer ni desmerecer importantes contraejemplos chilenos y de la Región, muchas startups están teniendo dificultades a nivel de modelo de negocio; si bien están basadas en innovación y tecnología, lo que es altamente valorado por inversionistas y el mercado, no todas han logrado definir un modelo de generación de ingresos que sea sostenible y escalable en el tiempo, y que se pueda sostener financieramente de manera autónoma, sin depender de inversionistas.
Estos dos fenómenos descritos han confluído, y generan un riesgo inminente. Inversionistas a los que les costará cada vez más endeudarse, por un lado, y por otro, emprendimientos tecnológicos que con un modelo de negocios débil no conseguirán tan fácilmente la inversión que necesitan para crecer.
En esta línea me cabe pensar: ¿Se trata de que estas empresas están basando su valor únicamente en la innovación y la tecnología, descuidando la generación de resultados? ¿Están vendiendo innovación, sin generar innovación con resultados? ¿Será que inversionistas están entendiendo que no es suficiente la innovación o la creatividad de la solución per sé, y que en cambio, deberán enfocarse en invertir en empresas que son capaces de generar modelos de negocios robustos y que sean autonómos y sostenibles financieramente en el tiempo? ¿Será que estamos valorando una aparente innovación donde realmente no la hay?
La tarea para las startups es clara: el gran desafío que les depara el futuro es lograr definir modelos de negocio que les permitan escalar de forma sostenible y autónoma, bajando los niveles de inversión externa, y buscando caminos de crecimiento alternativos que las hagan menos dependientes de un ecosistema de financiamiento que ya se encuentra en una posición de precariedad e inestabilidad.