Por Guillermo A. Beuchat –
Hace unos días el Departamento de Educación del Estado de NY prohibió el uso de la aplicación de Inteligencia Artificial ChatGPT en toda la red de escuelas públicas, luego que se sorprendiera a un alumno que delegó totalmente la realización de un ensayo sobre filosofía a dicha herramienta. Según el profesor, el resultado entregado por la IA es “similar al que podría producir un joven muy listo de doceavo grado”. El comunicado oficial de la autoridad argumenta que la herramienta “no ayuda al pensamiento crítico ni refuerza las capacidades de resolución de problemas, que son esenciales para éxitos académicos y vitales”. Además manifiesta su “preocupación por el impacto negativo en el aprendizaje y la exactitud del contenido que entrega”.
No es difícil detectar algunas contradicciones en los argumentos de la autoridad.
En primer lugar señala que no ayuda al pensamiento crítico, pero luego manifiesta preocupación por la inexactitud del contenido entregado. He ahí una contradicción. Justamente la inexactitud del contenido obliga al pensamiento crítico y a la capacidad de cuestionar lo que se lee. Si las fuentes de contenido fuesen exactas, ¿de qué sirve el pensamiento crítico?
En segundo lugar, señala que no refuerza las capacidades de resolución de problemas, cuando lo que hizo el alumno de la polémica fue precisamente lo contrario: aprovechar una herramienta disponible para resolver un problema de manera totalmente eficiente. Los alumnos exitosos del futuro serán aquellos expertos en utilizar y desarrollar herramientas tecnológicas, y no aquellos marginados de la tecnología.
Imagínese que en 1910, la escuela de cocheros de NY hubiese prohibido a sus alumnos utilizar el automóvil, pues perjudica su aprendizaje sobre la conducción con caballos. Ridículo, ¿no? Dentro de cien años, probablemente nuestros nietos utilizarán el mismo calificativo para referirse a esta decisión del Departamento de Educación de NY. Para evitarlo, lo que debería hacer es potenciar la IA en el sistema educacional, no prohibirla ni restringirla.
¿Qué se podría hacer en Chile para potenciar la IA en las escuelas?
Distinguimos dos maneras de incoporar la IA en las escuelas chilenas: una como herramienta que facilite el trabajo de directivos y profesores, y otra como un tópico o herramienta incluida dentro del currículo. Ya han existido casos de éxito para ambos casos en nuestro país. Algunas startups como Kimche o Brainy buscan asistir a los alumnos en su proceso de aprendizaje utilizando IA, y además son capaces de detectar casos de “bullying” y déficit en el aprendizaje para que los docentes puedan prestar atención personalizada a los alumnos que más lo requieren. Por otra parte, desde el 2019 el Ministerio de Educación de Chile impulsa el “Plan Nacional de Lenguajes Digitales” que con apoyo de la plataforma code.org busca promover la enseñanza en programación y pensamiento computacional en el sistema educativo chileno.
Si bien hay iniciativas que apuntan en la dirección correcta, hay mucho camino por recorrer y no demasiado tiempo para hacerlo. Hoy los profesionales relacionados a la tecnología ya son de lo más demandado por el mercado laboral, y ese número no hará sino seguir aumentando con el florecimiento de la IA y otras tecnologías emergentes.