Por Trinidad Beuchat –
La crisis social y económica del último año ha removido la realidad de absolutamente todas las empresas de este país. Los motivos de éxito en una situación de crisis, son múltiples. Algunas han contado con mejores espaldas financieras para sobrevivir, otras, le han dado al clavo en el producto o servicio, respondiendo atingentemente a las necesidades que han aflorado en esta nueva realidad.
Por su parte, los motivos de fracaso también responden a diversas causas, con diferentes grados de responsabilidad de quienes lideran esas empresas. Algunos de ellos no supieron innovar en los canales de distribución, otros confiaron en que la misma propuesta de valor sería exitosa en un contexto completamente diferente, y otros, simplemente, no tuvieron la capacidad financiera para soportar el drástico impacto inicial de la crisis.
Algo sí es claro; el número de emprendimientos y startups que se han creado y que se crearán en el corto plazo, ha aumentado considerablemente, producto de la necesidad económica imperante y de un boom tecnológico latente que ya se venía gestando hace un par de años. Sabemos que una startup se diferencia de un emprendimiento común en que la primera tiene base tecnológica y componentes de innovación evidentes, lo que la lleva a asumir un mayor nivel de riesgo en todos los ámbitos de su negocio. Usualmente se trata de nuevos modelos de negocio, que irrumpen en industrias tradicionales con nuevas tecnologías y nuevos usos de ésta.
Muchas de las startups son concebidas, desde su origen, como empresas de corto plazo, cuyo principal objetivo es generar valor económico con rapidez y tener un crecimiento explosivo. Luego, son vendidas rápidamente a empresas que puedan absorberlas, o bien, se fusionan con empresas complementarias para generar un modelo de negocios imbatible.
Algunas de las startups tienen un pasar diferente, y se transforman en scaleups. Las scaleups son apuestas de mediano plazo, en cuya concepción no está considerada la venta rápida de la empresa, sino, el escalamiento de un negocio de base tecnológica, aprovechando los costos marginales bajos y las pocas barreras que tienen para crecer.
Lo anterior me lleva a reflexionar en la necesidad imperante que tenemos de crear empresas sustentables y no dejarnos seducir por la tentación de las startups; parece seductor obtener una tajada impensada de una venta multimillonaria, sin embargo, en dicho proceso no se generaron empleos de largo plazo, ni se generó un impacto real en la vida de las personas involucradas.
Hoy, más que nunca debemos pensar en el mediano plazo. En generar empresas sustentables, que muevan positivamente los indicadores macroeconómicos del país, aun cuando ello implique un aparente menor crecimiento o una apuesta más segura. Debemos seguir pensando en potenciar la tecnología y los costos marginales para expandirnos, pero ocuparnos también de contribuir positivamente a los indicadores macroeconómicos como el crecimiento de la economía, el empleo y la competitividad.
El llamado es a no dejarnos seducir por empresas que han sido concebidas para no dejar huella; sino, hacer una apuesta a la sustentabilidad empresarial, que aunque parezca un camino más seguro, cobra mayor sentido e impacto en un contexto de crisis como el que vivimos.