Por Guillermo Beuchat –
En el último tiempo nuestra firma ha estado activa en varios proyectos trabajando para universidades que buscan promover la innovación basada en ciencia. Pero por todos lados nos seguimos encontrando con el mismo problema: los incentivos están puestos para que la academia publique más y más papers, sin preocuparse si esa investigación realmente sirve a las empresas o es aplicable. Este enfoque “push” tiene mucha historia, particularmente en Chile en que incluso existe una ley del año 1981 que asigna recursos estatales a las universidades basándose en el número de publicaciones en revistas indexadas. Recién en Noviembre 2023 se realizó en Chile un primer evento global de alto perfil para discutir este tópico.
En proyectos recientes en Chile, en Ecuador, en Argentina, percibimos lo mismo: pareciera que la investigación científica está encerrada en el claustro, le cuesta mucho
salir de los laboratorios y generar resultados reales en la comunidad, lo que debería ser el objetivo y el beneficiario final de todo ese trabajo. Nadie niega la calidad técnica, pero la cantidad de conocimiento generado en la academia y no utilizado ni transferido es enorme. Y pareciera que el modelo es “push” solamente: transferir lo investigado en forma unidireccional, desde la academia a la empresa.
¿Será esto responsabilidad de los investigadores, absortos (y entretenidos, sin duda) con su trabajo? ¿o de las universidades, que colocan los incentivos equivocados o no implementan enfoques de transferencia que tengan impacto? ¿o de la política pública que directamente pone mal los incentivos y obliga a las universidades a actuar de determinada manera para optar a financiamiento? ¿no se deberá, más bien, a la incapacidad de las empresas de “hablar el idioma” y vincularse con las universidades, y el desconocimiento de la forma de formular correctamente desafíos tecnológicos pertinentes? ¿o incluso a la falta de visión y cultura “reduccionista” de los empresarios?
“Push” y “Pull”: una cosa no quita la otra
En mi opinión, esto del “push” desde la academia y el “pull” de las empresas o la comunidad es una falsa dicotomía. Una cosa no quita la otra, y hay que desarrollar la
intersección entre ambos modelos. Ese espacio existe y hay que fomentarlo. Hemos trabajado en talleres con académicos y empresas en la misma mesa y la dinámica que se genera es tremendamente enriquecedora para ambas partes. Un destacada universidad privada chilena, cliente de Transforme, financia un programa de talleres de formulación de desafíos en que un grupo de académicos interactúa con los equipos de la empresa, y los académicos “enseñan” a los empresarios a formular desafíos tecnológicos, y por otro lado los empresarios “enseñan” a los académicos el funcionamiento y los dolores de sus negocios. La experiencia es única: se emplea por lo menos medio día sólo en “aprender el idioma” de la otra parte, para recién empezar a trabajar.
Lo central para resolver este problema de la innovación basada en ciencia es colocar los incentivos correctos. Hemos ayudado a algunas instituciones a diseñar modelos de incentivo que apoyen mejor la transferencia (y no sólo en compartir ingresos del licenciamiento con el investigador), sino también incentivos orientado a alinear mejor la pertinencia del I+D con las reales necesidades de la sociedad.