Si tomamos la decisión de reducir las inversiones – en la práctica de dinero, tiempo y esfuerzos – en nuevas capacidades e invertir más en el rendimiento a corto plazo, lo primero que pasa es que las cosas van a mejorar. En este caso se da una situación en la que nos resulta muy fácil aprender la lección correcta: hacemos algo y obtenemos un resultado al instante, y además positivo. Ahora, por el contrario, si no invertimos lo suficiente en adquirir o desarrollar nuevas capacidades para la empresa, las cosas al final, en el largo plazo, van a empeorar. En una situación así nos resulta mucho más complejo aprender a relacionar la decisión que tomamos hoy con el problema que probablemente tengamos dentro de semanas, meses o incluso años (siempre pensando en el largo plazo, estratégicamente). Este fenómeno se llama la trampa de la capacidad.